Os dejo el primer capítulo de una novela sin título, aunque el archivo se llama "el abuelo solitario". Claramente no es definitivo.
1 En busca de ayuda.
Aquel
invierno en el valle fue el peor de los últimos cincuenta años, aunque solo una
persona podría atestiguarlo. Desde hacía cinco días la nieve había caído en
tromba, como si el cielo hubiera decidido descargar todo lo que tenía guardado
para los próximos meses en una sola entrega. Y ya había parado, pero el cielo
raso de la noche anterior congeló la capa blanca hasta convertirlo todo en un
paisaje inanimado, donde ni una sola ráfaga de viento corría entre los pinos
helados. Parecía un cuadro inmóvil, una instantánea muerta de un solo color.
Ahora,
la luna mandaba sus reflejos y todo resplandecía. Cualquiera pagaría una
fortuna por ver aquel espectáculo desde los aires, sin embargo, Raspi no. Era
un bulto negro que avanzaba a duras penas, envuelto con siete capas de ropa y
una manta. La temperatura había descendido y se sentía como en el interior de
un congelador. Los dedos de los pies le dolían y ni siquiera el consuelo de que
así fuera, pues eso significaba que aún no se habían congelado, le consolaba.
Aquel chico era el único ser que se movía sobre la capa de hielo. Una pierna
seguía a la otra en un movimiento rítmico y torpe. El suelo apenas se hundía y
chirriaba a cada paso. Solo su voluntad le hacía continuar, pues un sueño acogedor
le adormecía mientras le intentaba convencer para que abandonara. Podría
descansar unos minutos, solo eso, bajo la sombra de un nogal. Incluso podría
hacer un hermoso fuego y dormir unas horas.
El
joven se golpeó con los guantes en la cabeza. Lo hizo con fuerza. La sangra le
volvió a llegar hasta la punta de los dedos.
-
¡Tengo que seguir! –gritó con fuerza.
En
el colegio había oído, en las escasas ocasiones que escuchaba, una pregunta
estúpida del profesor de Ética. Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie que
lo escuche, ¿produce ruido? Ahora pensó que no, pues hasta él dudaba de haber
escuchado su propio alarido.
Se
frotó los ojos e intentó acelerar el ritmo. A esa velocidad, no llegaría a la
pequeña ciudad que había tras el gran pico ni al alba y debía conseguirlo. Ya
llegaba cuatro horas caminando entre el frío y al nieve. Solo había descansado
veinte minutos en la aldea. Lo justo para escaparse de allí.
Cayó
al suelo. Esta vez se deslizó unos metros por una pendiente hasta tropezar con
un enorme abeto. Había pocos, pero enormes. Algunos mechones de nieve helada
cayeron de punta muy cerca de él. Quedó tumbado, sin fuerzas. Por unos
instantes se rindió. A su mente congelada llegaron los recuerdos de aquellos
últimos meses. Por primera vez había vivido, había sentido, se había despertado
del letargo de sus dieciséis años anteriores.
La
página de un calendario voló por el interior de su cabeza. Una fecha estaba
señalada en rojo. Era el cinco de septiembre. Aquel día amaneció más caluroso
aún. El sol llevaba ya dos horas calentando el aire de la ciudad. No había
tregua para un verano que se alargaba sin esperanza
4 comentarios:
Un primer capítulo es como un embrión, como una semilla que a veces tarda en fructificar.
Detrás de un capítulo, en verdad, hay una idea latente, una historia que está deseando "salir a la luz".
El tiempo es un cruel enemigo, pero con paciencia - y, sobre todo, con el tesón que tú tienes - se puede vencer.
Muchas gracias, Miguel. Algunas de estas novelas sin acabar tienen hasta 60 páginas. Espero devolverles la vida.
Me gusta ese comienzo. Promete. Pero, claro, es tan breve que no me me puedo hacer una idea de por dónde irá luego. ¿Puedes poner más?
Sí, en la próxima entrada tendrás el segundo capítulo.
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