miércoles, 3 de octubre de 2012

Segundo capítulo de primeros capítulos


Os dejo el segundo capítulo, pues alguno me lo habéis pedido. El primero lo podéis leer aquí.
2 Las últimas notas

            Raspi seguía tumbado sobre la nieve helada y recordaba el calor de aquel día de verano no había ido ni una sola vez a la piscina. Todo el tiempo lo había pasado delante de un libro, intentando evadirse para evitar el aburrimiento. El resumen era muy sencillo: sudor, malas caras y horas perdidas. Sus amigos desistieron de llamarle tras la primera semana de las vacaciones. Aquella vez el castigo iba en serio. El ordenador no tenía teclado y el móvil estaba sin saldo.

- No puedo mantenerte a la sopa boba –decía una y otra vez su madre-. Es tu última oportunidad, si no estudias, a trabajar.

Desde que su padre se había ido de casa, tras los gritos acostumbrados, el silencio más horrible se adueñó de la casa. Por eso había decidido abandonar. ¿Para qué iba a esforzarse? Durante años, se había dedicado a quitarse de en medio, a no ser un problema añadido. Estudiaba, ayudaba en casa, tenía su habitación para enmarcar. Sin embargo, no sirvió para nada. Su padre ya no estaba y él deseaba seguir sus pasos, pues su madre lloraba continuamente. Se quejaba a cada instante. ¿Pero acaso ellos habían hecho algo para que no sucediera aquello?

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El joven intentó continuar con su caminata. Se abrazó al ancho tronco del abeto y sintió la rugosidad de su corteza en el único trozo de cara que asomaba tras el buzo de lana. El frío le llegaba hasta el corazón y este latía muy despacio.

Se incorporó. Movió todos los músculos de su cuerpo para desentumecerse. Se frotó las orejas. El dolor acabaría por despertarlo. Continuó con su marcha infernal. Ahora empezaba lo peor, la ascensión hasta el paso del Rebollal.

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Aunque aquel cinco de septiembre fue un día horrible, no le hubiera importado sentir aquel calor sofocante. Sobre todo el que quemó su cara cuando se sentó frente a su tutor. Aquel hombre alto, canoso y tranquilo estaba realmente decepcionado, pues las notas que le entregó eran las mismas que en junio. No había recuperado ni una asignatura.

- Tendré que hablar con tus padres.
- Será con mi madre.
- ¿Y eso?
- Mi padre se fue.

El profesor llevaba muchos años en aquel trabajo, aún así arrugó el ceño y de sus ojos se escapó el brillo de la compasión. Se puso en pie para tranquilizarse. A pesar del calor, vestía con unos pantalones azules y una camisa impecablemente planchada de manga larga. Se tocó el pelo espeso y blanco de su cabeza y comenzó a pasear de un lado a otro, con pequeños recorridos.

- Llama a tu madre, haz el favor –dijo con voz suave.
- No tengo saldo en el móvil.
- Pues dime el número.

Concertaron una cita para el mediodía, cuando la madre de Raspi hubiera acabado de trabajar. Cuando colgó, el tutor estaba arrepentido. Muy mala hora con calor y hambre, pero no había más posibilidades.

- Quédate por aquí esperando. Quiero que estés tú también – dijo a Raspi con aquella voz que mandaba sin mandar.

El chico abandonó la clase, aquel lugar donde había pasado la mayor parte de su tiempo en el último año. Aún quedaban algunos posters pegados en las paredes con miles de grapas. En la pizarra había un aviso escrito con una caligrafía perfecta:

“Los alumnos que hayan aprobado todo el curso, deberán ir a secretaría para abonar las tasas de solicitud del título de secundaria”

Aquello no iba con él. Había pasado de unas notas aceptables a cero total en solo cinco meses. Se rascó al cabeza. A pesar de que se había cortado el pelo más que nunca en señal también de protesta, las gotas de sudor corrían por allí como manantiales, hasta llegar a la punta de su nariz.

- Yo me voy –se dijo a sí mismo mientras pasaba a toda velocidad por el largo pasillo del instituto.

2 comentarios:

César dijo...

Me gusta cómo va fluyendo la historia. Está muy bien llevada.

julio cesar romano dijo...

Pues ya solo me queda el capítulo III, no hay más. Pronto lo colgaré.