lunes, 15 de octubre de 2012

Tercer capítulo de primeros capítulos y último


          Os dejo el tercer capítulo, aquí podéis leer el segundo y el primero. Creo que un buen día publicaré alguna novela por capítulos en el blog. Porque sí. Sin otro motivo que darme esa alegría. ¿Por qué debemos estar siempre a merced de las editoriales?
 
3 Esto se acabó 

Raspi salió a la calle con un color rojo intenso en sus mejillas. Vio a lo lejos a alguno de sus amigos, pero se hizo el tonto y miró hacia otra parte de inmediato. No tenía un destino seguro y aún quedaban tres horas para la cita. Anduvo por la ciudad hasta que llegó a un parque que tenía al fondo un pequeño lago. Hacía algo más de fresco y se sentó en un banco. Se quedó contemplando a los niños que jugaban sin preocupaciones. Le asaltaron sus recuerdos más felices. Pero había pasado mucho tiempo. La campana de un reloj dio dos toques. Se apresuró a volver al instituto, se había alejado bastante. 

En la puerta se encontró a su madre. También su rostro estaba marcado por el calor y el cansancio. Parecía que en unos meses se le habían escapado unos cuantos años. Raspi pensó que incluso ahora era más baja. Estaba doblada por las circunstancias.


-          ¿Qué pasa?

-          No sé, serán las notas.

-          A ver.

 El joven le acercó el papel arrugado y sudoroso. Ella lo desplegó con las manos temblorosas. Su labio lo dijo todo. Después, le soltó un guantazo, el primero que recibió en su vida.

 -          Esto se acabó.
 
Le cogió del brazo y entró con él en dirección a su aula. Allí esperaba el tutor. Con un gesto les pidió que se sentaran. Luego comenzó a hablar muy despacio. Raspi no se enteró de nada. Apretaba los dientes con fuerza e intentaba borrar de su cara el golpe de su madre.

 

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El recuerdo de aquel tortazo le hizo desfallecer de nuevo. Tenía las piernas cargadas, como aquel día que decidió correr diez kilómetros por una estúpida apuesta. Se quitó un guante y buscó con un gran esfuerzo en su bolsillo. Los dedos no le respondían y parecían una masa uniforme de más nieve. Como si no fueran suyos. Palpó la caja de cerillas. Estaba seguro de que las había cogido. Por un segundo, notó el fuego en su interior. Tenía que recoger ramas, pero en el suelo no veía ni una. Si tuviera allí el hacha de su abuelo. Buscó con la mirada algún árbol más pequeño. Un pino muy endeble le ofrecía sus escasas carnes a pocos metros. Se acercó con fuerzas renovadas. La idea de hacer una fogata le reconfortaba.

 
Le dio una patada al arbolillo y lo primero que cedió fue la nieve helada. Se le pintó la bota de blanco. La sacudió y siguió con sus porrazos. El dolor no le impidió continuar. Por fin, se dobló lo suficiente como para subirse encima. Los dos se pegaron un golpe tremendo, uno encima del otro. Al menos vio que estaba prácticamente seco, aquello servía más para sus propósitos.

2 comentarios:

César dijo...

¡Qué lástima que sea el último capítulo! Me he quedado con ganas de más.

julio cesar romano dijo...

En la vida te encuentras de nuevo con otras personas. Seguro que lo haré con este inicio de novela y quizás sus personajes tengan su propia existencia. Me encantaría.