
El secreto del libro está en los juegos, las pruebas que se proponen para evitar el asesinato. Según el autor, todas inventadas por él, menos un par de poesías. Son divertidas, amenas y bueno, no enseñan mucha lengua, que digamos, entretienen con lo más retórico y superficial de la lingüística. Son eso, meros juegos y nada más. Eso sí, hay una perorata sobre el interés que tiene la lectura. Este discurso puede ayudar a que algunos jóvenes se unan al grupo de lectores. Puede resultar convincente, aunque parece excesivo. Esperemos que sea útil.
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