Os dejo un relato mío, esta vez en formato de audio. Gracias a José María Galindo por poner su voz, todo un experto
¿Qué sentimineto añadirías a la programación de un robot humanoide si fuera posible? El obkjetivo es que sea un buen trabajador.
Aquí encontrarás reseñas de libros juveniles e infantiles y algunas noticias sobre mis propios libros.
Os dejo un relato mío, esta vez en formato de audio. Gracias a José María Galindo por poner su voz, todo un experto
¿Qué sentimineto añadirías a la programación de un robot humanoide si fuera posible? El obkjetivo es que sea un buen trabajador.
EL MUERTO PROFESIONAL
“Si puedes
soñarlo, puedes lograrlo." Walt Disney
“Los cobardes mueren muchas veces
antes de su verdadera muerte, los valientes gustan de la muerte una única vez.” William Shakespeare.
¡Dios
mío! ¡Qué solos se quedan los muertos!
Gustavo
Adolfo Bécquer
El
policía ya retirado solía levantarse tarde, pues se pasaba las horas de la
madrugada escuchando la radio del Cuerpo de forma clandestina. Era incapaz de
olvidar aquellos sonidos y los números convertidos en códigos que resumían un
asesinato, un robo o un atraco. Tantos años de trabajo nocturno dejaban huella.
- ¡Dios! ¿No ve que está muerto? Ha fallecido entre insultos –corroboró el viejo policía.
“La
conectividad es un derecho humano”. Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook.
-
Como diga, señor director. Nadie me espera en casa.
De una puerta blanca salieron dos hombres, también vestidos de blanco, con una especie de bomba de inflar bicicletas, pero que se usaba al revés. Cogieron de los brazos a Jhon Jeremías. Después, le introdujeron varias gomas por todas las aberturas externas de su cuerpo, con mucho pudor, para respetar su intimidad. Una vez unidas aquellas sustractoras a la bomba inversa, comenzaron a sacar todo el aire de su cuerpo. Le succionaron.
- Esta es la primera fase. Este ejemplar de cajero dejará de necesitar aire para vivir.
El pobre voluntario no daba crédito a lo que sucedía. Le estaban absorbiendo a toda velocidad. Pensaba que se trataba de usar una aplicación, nada más. No tuvo tiempo de reaccionar cuando se vio muy desmejorado por la succión.
- Ahora, la deshidratación. Si se hace rápido, a pesar de las altas temperaturas, al hombre no le da tiempo ni a morirse.
Lo metieron en una cápsula de rayos ultravioletas que lo dejó tan aplastado como una moneda en solo diez segundos. Recogieron del suelo la cinta bidimensional a la que se le había reducido. Parecía un chicle aplastado, pero seco.
- Ahora se enrolla varias veces y se dobla hasta que alcance el tamaño del icono de una aplicación. Si se hace con cuidado, el rostro quedará ahí, para que todo sea más personal. Después se plancha…-el director ponía palabras al proceso que realizaban los hombres de blanco.
Todo estaba previsto y el asunto no duró ni 5 minutos. Jhon Jeremías Jhonson García quedó reducido a un pequeño cuadradito de unos pocos píxeles. No pudo decir ni una palabra mientras asistía a su iconización.
-
Y ahora se introduce en el móvil vía cargador- el director general se calló
durante unos segundos mientras sujetaba su propio teléfono-…y ahí está. He aquí
al hombre dentro. Salude señor Jhonson García.
-
Hola. ¿Qué desea señor cliente?
-
¿Tiene alguna duda, nuevo empleado del mes?
.
¿Cómo comeré?
-
Tiene al lado una aplicación de supermercado. Compre lo que necesite.
- Vale. Gracias
Hubo un aplauso general para el Director General. Este sonreía mientras sentenciaba.
-
Otra vez innovando. Las nuevas tecnologías harán más humano nuestro banco y
nuestro mundo.
J. J. J. había tenido una
vida perfecta, totalmente perfecta. Ya desde el primer día nació en una familia
donde los problemas se reducían a lo mínimo. Tras estudiar todo lo que
necesitaba con matrícula de honor, ingeniería aeronáutica incluida, comenzó a
trabajar. Enseguida consiguió un buen sueldo, unas buenas vacaciones y una
chica con la que compartir el resto de sus días. Podría decirse que el único
inconveniente hasta entonces había sido alguna gripe ocasional y el verano en
el que le operaron de apendicitis. Poco más.
- No me pasa nada -dijo
con su acento anodino.
- No eres el mismo -le dijo su mujer desde la ventana.
Aquello constituía una pequeña violación del contrato matrimonial.
“Nunca se hablará de los sentimientos de cada parte contratante ni se pedirá explicación sobre los del otro”.
J.J.J. la miró y se fue a su despacho. Ni siquiera alegó que el contrato debía ser cumplido en su integridad. Si hasta entonces habían sido dos extraños con una felicidad precocinada, ahora lo eran más todavía. Cualquiera hubiera apostado a que era imposible que se mantuviesen en la misma casa por más tiempo.
Apenas se veían y nadie podría hablar de qué pasaba. Ni siquiera sus hijos, que vivían muy lejos de allí, solos, pues no tenían firmado ningún vínculo con nadie. Ellos volvieron el día señalado, el 17 de febrero, para asistir al “abandono voluntario de la vida” que había firmado su padre ante notario. En un alarde neoclasicista había decidido tomar cicuta, como Sócrates. Sería a las 12 de la mañana, hora en la que nació 65 años antes.
- El señor lo tiene todo preparado.
Junto a la piscina se había instalado una tribuna un poco alta con una mesita en medio. Para que todos vieran cómo moría. Allí se encontraban su abogado, su mujer, sus dos hijos, el notario, un médico y todo el servicio. Solo uno de los criados había permanecido en la casa más de dos años. La seriedad, dignidad y respetabilidad reinaban en el aire. Se iba a poner fin a una vida perfecta, intachable en cuanto a la ausencia de problemas, irreprochable por su actitud y herencia dejada a la sociedad.
- Aquí tiene su cicuta, señor. A temperatura ambiente, como deseaba.
El médico se acercó a corroborar que la cantidad era la necesaria.
- Todo perfecto.
J.J.J hizo un gesto de aprobación. Su mandíbula se apretaba como nunca y se notaba a distancia la rigidez de sus movimientos. Se le veían los pálpitos en las venas de la sien. Se las frotó con los dedos. Miró el reloj. Quedaba exactamente un minuto para abandonar todo aquello, como había deseado. Por su mente recorrió la película de su vida. Se reducía a tres asuntos más o menos importantes y muchos viajes, con una gran variedad de escenarios de la tierra contemplados. Luego le vinieron a la cabeza algunas novelas que había leído, muy pocas y por obligación, pues creía que aquello que se narraba en ellas no se correspondía con la realidad. Por supuesto, dada la situación, pensó en Sócrates y su majestuosidad al beber la cicuta, al cumplir con la ley, lo cual le animó.
Cogió el vaso con la mano derecha. Era una copa del color del ámbar, con un armazón dorado que ayudaba a sostenerla sin que se notara el pulso tembloroso de aquel hombre de vida perfecta. El líquido de dentro bailó al acercarlo a los labios. Desde el reloj del salón llegó hasta la piscina el ruido de las doce campanadas del reloj de carillón.
Separó la copa y la dejó sobre la mesa sin apartar la vista de ella. Estaba rígido como si ya hubiera bebido el veneno.
- ¡Cariño, un contrato es un contrato, no se pude romper!
La voz de su mujer taladró el cerebro del hombre. Realmente esa era la única realidad que sostenía al mundo. El cumplimiento de la palabra.
Cogió de nuevo la copa. Se dispuso a volver a la nada, de allí donde había salido, ya que nunca había considerado que el hombre fuera distinto a una hormiga que moría y desaparecía. La nada y nada más. La cicuta volvió a acercarse a sus labios. Debía cumplir el contrato. Pero si no hay nada más, qué importa el contrato, qué importa cumplirlo, para qué sirve sino para que él desapareciera de forma estúpida. Su mente comenzó a buscar escapatoria. “Quizás me queden algunos años sanos, sin dolores. Podría seguir disfrutando. ¿Quiénes son estos para obligarme a morir? Solo yo puedo decidirlo”.
En un último momento le vino a la cabeza el libro El coronel no tiene quien le escriba. Una novela horrible que contaba la vida pésima e infeliz de un personaje atado a una esperanza estúpida, la que le quedaba a él. Se sintió identificado, lo cual le hizo casi vomitar. De su boca salió la famosa frase final de aquel personaje iluso mientras arrojaba la cicuta al aire y corría como alma que lleva el viento.
- ¡Mierda!
Presentación del nuevo libro de Jesús Martínez. El 14 de noviembre presentamos El verano que pasamos en Sevilla. Segundo libro de Jesús Martínez. Tuve el placer de formar parte de la mesa. Os dejo lo que escribí para la ocasión:.
Un nuevo fruto de su esfuerzo. Todos los que escribimos sabemos lo que supone ese trabajo, las horas que hay detrás y los altibajos, porque a veces te falta muy poco para abandonar. Estás a punto de romper con lo hecho, abandonarlo en un cajón o incluso quemarlo. Unas veces crees en lo que haces, otras no. La vida son días continuos, sin ninguno igual. Todos diferentes, distintos, buenos, malos y regulares y así es el proceso de creación, muy parecido a una carretera rompe piernas. Subes y piensas que lo que estás escribiendo es insuperable. Lo lees al día siguiente y dudas de que tú mismo lo hayas escrito, pues no entiendes ni lo que pusiste.
Por eso, publicar un libro se asemeja a un parto de mucho tiempo. Por eso, detrás de una portada, unas letras y una contraportada hay más que esas palabras ordenadas. Todas y cada una de las frases son parte del creador, cada término ha sido elegido, cambiado o tachado una y otra vez. No resulta fácil. Hay más fe que esperanza y sobre todo cariño por los personajes que se crean, a los que deseas una larga vida mientras los mandas al mundo editorial, porque todos ellos llevan algo tuyo, como retazos rotos a jirones de tu imaginación.
Y luego, viene lo más desagradable, la corrección, el trabajo de leer y releer, donde de nuevo surgen las dudas, donde vuelve a aparecer el fantasma del tiempo perdido con el que se lucha de continuo. Nuestro escritor, Jesús, ya lo ha vencido dos veces con La escolanía y el misterio del solista y El Verano que pasamos en Sevilla. Solo él sabe el sudor que hay detrás. Porque ha encontrado dos historias y todas las que lleva en la mochila o llegarán. Todo escritor es un cazador de argumentos, de personajes. Busca en la calle, en las noticias, en todo lo que le rodea. Quizás luego pueda contarnos cómo encontró y dio vida a sus protagonistas.
Conocí a Jesús hace mucho tiempo, cuando hacía sus pinos en la revista Perkeo, nacida aquí, en este colegio. Heredera de otras anteriores como La carreta. De donde han salido ya numerosos escritores en tantos años de trabajo. Un taller literario con muchos años. Siempre hay alumnos que vienen y dedican una hora a hablar sobre sus propios textos de creación. Pocos pueden creer que este milagro suceda cada año. Jesús venía como de soslayo, de pasada, porque no tenía tiempo para más. Aun así, exprimía hasta el último segundo de sus visitas para luego ir a estudiar sus ciencias, que le tenían demasiado ocupado. Después, ha ido por otros caminos, de un sitio para otro, incluso hasta ha volado por el cielo, como el autor de El Principito. Su biografía es la de un escritor que acumula experiencias, que suma situaciones que parecen insustanciales, pero que, en el fondo, van fraguando la propia personalidad y el buen conocimiento de las demás personas que nos rodean, lo cual es indispensable para la escritura.
Esto se aprecia en sus dos libros. Un conocimiento de las relaciones de amistad. Solo hay que ver los caracteres cambiantes de los protagonistas de La escolanía y el misterio del solista. Los chicos intentan resolver el misterio del compañero desaparecido entre discusiones y problemas propios de su edad, vaivenes que demuestran la realidad de cada adolescente. Es un libro interesante, que engancha, y en el que deseas, por un lado, alcanzar el final para resolver la intriga, con ese sentimiento agridulce de que ya no podrás leer más, de que no estarás inmerso en ese ambiente tan conseguido, pues no hay más páginas.
Jesús se merece estos libros, pues los ha trabajado. Los ha ido montando como se monta una difícil maqueta casi real, como lo es la literatura, lleno de pegamento y a veces obligándose a continuar, a levantar la cabeza, con ese tesón e insistencia que tiene nuestro amigo. Superando un horario difícil y también cambiante, con muchos trabajos en uno y siempre con un fondo azul que lo anima, la literatura. Hay una virtud muy necesaria para escribir y esa es la constancia. A él, le sobra a raudales, por eso le esperan grandes éxitos. Escribirá y publicará más libros, aquellos que lleva dentro, porque mire donde mire, un escritor siempre encuentra una historia y muchas vidas a las que despertar.
Muchas
gracias Jesús y a continuar.