Os dejo otro de mis relatos
1. EL HOMBRE QUE ROBABA LO QUE NADIE PODÍA IMAGINAR
“A los tímidos y a los vacilantes todas las cosas les resultan imposibles, porque así les parecen”.
Walter Scott.
A
Antonio García se le había muerto la mujer, la primera y única que tuvo y
tendría, porque su naturaleza apocada no se lo iba a permitir. De hecho, fue su
señora, Mari Carmen, la que le conquistó y no hubiera habido otra posibilidad.
Aquello resultó milagroso para él por lo que supuso para el resto de su vida.
Ella lo había cuidado como si su madre hubiera resucitado, como a un niño
mayor, que más o menos venía a ser eso. Cuando alguien se relacionaba con él,
lo descubría a los pocos minutos.
Pero
Mari Carmen había muerto y nadie podría ya acercarse a Antonio García, de
profesión enterrador. Sus clientes no hablaban y los familiares de estos
lloraban sin reparar en nadie, y menos en él, un hombre apocado que echaba la
tierra sobre los ataúdes más variados.
Y
ahora debía cuidarse solo, llevar a cabo las tareas domésticas de su casa, que
ni siquiera ganaba para contratar a alguien y si así hubiera sido, dónde habría
encontrado a esa persona o cómo hubiera llegado a un acuerdo sin saber ni lo
que quería. Como mucho, hablaba cuatro palabras seguidas cuando su mujer le
sonsacaba la conversación que no tenía.
En
el centro comercial los carritos le parecían fórmulas 1 que corrían por el
circuito a toda velocidad y a punto de atropellarlo. Igual que si decidiera
cruzar la M-30 por allí, al lado de su casa. Y él no veía un puente que lo
salvara. Quizás solo quedaba una única esperanza, una vez se lo dijo su mujer:
“que sigas la corriente, Antonio, que la sigas, que no eres hombre suficiente
para ir a la contra”. Y persiguió a un carrito, el de un hombre de aproximadamente
su edad. Veía cómo cogía lo que él precisaba, más o menos. Porque un hombre
solitario apenas tiene imaginación para tener necesidades distintas a otro en
las mismas circunstancias.
Por
último, el hombre perseguido se introdujo en el pasillo de los higiénicos.
Abandonó su compra un momento para evitar atropellar a la gente con su
vehículo. Y Antonio pensó que ya no le hacían falta más cosas, porque se agarró
al carro, como si fuese suyo, y lo llevó corriendo hasta la caja más cercana.
Pagó
en efectivo mientras el individuo saqueado miraba por todas partes en busca de
su compra. Estaba confuso, a nadie le podía entrar en la cabeza un robo tan
peculiar.
-
Se habrá descuidado señor –le dijo un trabajador del gran almacén con aire de
este hombre está bastante loco, a nadie se le ocurre pensar en el escamoteo de
un carro no pagado.