lunes, 22 de septiembre de 2025

 


Os dejo otro de mis relatos

1.      EL HOMBRE QUE ROBABA LO QUE NADIE PODÍA IMAGINAR 

“A los tímidos y a los vacilantes todas las cosas les resultan imposibles, porque así les parecen”. 

                                                                        Walter Scott.

 

A Antonio García se le había muerto la mujer, la primera y única que tuvo y tendría, porque su naturaleza apocada no se lo iba a permitir. De hecho, fue su señora, Mari Carmen, la que le conquistó y no hubiera habido otra posibilidad. Aquello resultó milagroso para él por lo que supuso para el resto de su vida. Ella lo había cuidado como si su madre hubiera resucitado, como a un niño mayor, que más o menos venía a ser eso. Cuando alguien se relacionaba con él, lo descubría a los pocos minutos.

 

Pero Mari Carmen había muerto y nadie podría ya acercarse a Antonio García, de profesión enterrador. Sus clientes no hablaban y los familiares de estos lloraban sin reparar en nadie, y menos en él, un hombre apocado que echaba la tierra sobre los ataúdes más variados.

 

Y ahora debía cuidarse solo, llevar a cabo las tareas domésticas de su casa, que ni siquiera ganaba para contratar a alguien y si así hubiera sido, dónde habría encontrado a esa persona o cómo hubiera llegado a un acuerdo sin saber ni lo que quería. Como mucho, hablaba cuatro palabras seguidas cuando su mujer le sonsacaba la conversación que no tenía.

 

En el centro comercial los carritos le parecían fórmulas 1 que corrían por el circuito a toda velocidad y a punto de atropellarlo. Igual que si decidiera cruzar la M-30 por allí, al lado de su casa. Y él no veía un puente que lo salvara. Quizás solo quedaba una única esperanza, una vez se lo dijo su mujer: “que sigas la corriente, Antonio, que la sigas, que no eres hombre suficiente para ir a la contra”. Y persiguió a un carrito, el de un hombre de aproximadamente su edad. Veía cómo cogía lo que él precisaba, más o menos. Porque un hombre solitario apenas tiene imaginación para tener necesidades distintas a otro en las mismas circunstancias.

 

Por último, el hombre perseguido se introdujo en el pasillo de los higiénicos. Abandonó su compra un momento para evitar atropellar a la gente con su vehículo. Y Antonio pensó que ya no le hacían falta más cosas, porque se agarró al carro, como si fuese suyo, y lo llevó corriendo hasta la caja más cercana.

 

Pagó en efectivo mientras el individuo saqueado miraba por todas partes en busca de su compra. Estaba confuso, a nadie le podía entrar en la cabeza un robo tan peculiar.

 

- Se habrá descuidado señor –le dijo un trabajador del gran almacén con aire de este hombre está bastante loco, a nadie se le ocurre pensar en el escamoteo de un carro no pagado.


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